¿Sabías que la CDMX no está construida sobre uno, sino sobre 5 lagos?
Antes del tráfico y los edificios, hubo agua. La CDMX se erige sobre la memoria de cinco vastos lagos que dieron vida al Imperio Mexica. Esta es su historia y su huella imborrable en la ciudad actual y la razón del por qué nos hundimos.
Piensa en la CDMX: el ruido, el metro, los museos, el smog y… ¿lagos? Aunque hoy cueste creerlo, la capital más vibrante de Latinoamérica se yergue sobre los cimientos de un antiguo mundo acuático. La famosa Tenochtitlan no fue construida en un solo lago, sino en un complejo sistema de cinco lagos interconectados. Entender la historia de la CDMX sobre lagos no es solo un viaje al pasado; es la clave para descifrar los retos de la metrópoli moderna, desde los hundimientos hasta las inundaciones. ¿Listo para sumergirte en la historia?
El mapa secreto bajo el concreto: Los 5 lagos de la Cuenca
La gran capital azteca estaba estratégicamente situada en el centro del lago de Texcoco, pero alrededor de ella coexistían otros cuatro cuerpos de agua que formaban un ecosistema único. La geografía de la Ciudad de México estaba dominada por esta cuenca cerrada que no tenía salida natural al mar.
- Al Norte: Zumpango y Xaltocan. Estos dos lagos, de agua salada, eran cruciales para la economía mexica. De ellos se extraía la sal que se comercializaba, un recurso que fue vital para el crecimiento y la prosperidad de la civilización.
- Al Sur: Xochimilco y Chalco. Aquí el agua era dulce, gracias a los manantiales que los alimentaban. Este fue el corazón agrícola del imperio. Los habitantes aprovecharon esta cualidad para desarrollar las famosas chinampas, unos ingeniosos islotes de cultivo que hoy son un patrimonio vivo y el último vestigio de ese mundo lacustre.
- Al Centro: Texcoco. El más grande y salado de todos. Era el eje central del sistema y donde se edificó la gran Tenochtitlan. Su control era un desafío constante, especialmente en época de lluvias.
La batalla contra el agua: De diques aztecas al drenaje español
El gran problema de vivir en una cuenca sobre lagos eran las inundaciones. En temporada de lluvias, los lagos se desbordaban y conectaban, anegando la ciudad. Los mexicas fueron ingenieros hidráulicos excepcionales: construyeron albarradones (diques) y canales para controlar los niveles de agua. Sin embargo, la solución definitiva llegó tras la Conquista.
Los españoles, decididos a secar la ciudad para evitar inundaciones y ganar terreno, iniciaron la gran obra de desagüe con el Tajo de Nochistongo. Este canal, y los subsiguientes construidos durante los siglos siguientes, drenaron las aguas hacia el río Tula, en Hidalgo. Fue un proceso lento que culminó en el Porfiriato, secando los lagos por completo para dar paso a la expansión urbana.
También te puede interesar: Tenochtitlan: 700 años de la ciudad que desafió el tiempo
Las consecuencias inesperadas: Hundimientos e inundaciones
Al secar los lagos, la ciudad perdió su principal fuente de agua superficial. La solución fue extraerla del subsuelo, de los mantos acuíferos que yacen bajo la ciudad. Esta acción tiene un efecto directo: el suelo se compacta y la ciudad se hunde varios centímetros cada año, un fenómeno visible en monumentos como la Catedral Metropolitana.
Y, en un giro irónico del destino, la CDMX sobre lagos aún sufre su herencia acuática. Al ser una cuenca endorreica, cuando llueve torrencialmente, el agua busca regresar a su cauce original, a esos mismos lechos lacustres que ahora están pavimentados. El drenaje se satura y las inundaciones regresan, recordándonos que la naturaleza siempre reclama su espacio.
La CDMX por Metro: Una ruta sobre lagos secos
¿Cómo dimensionar esta historia de manera gráfica? Imagina el mapa de la Red del Metro.
El viaje de la CDMX sobre lagos es una lección de resiliencia y consecuencia. Nos recuerda que las decisiones urbanas tienen un impacto profundo y duradero, y que la geografía, por más que la cubramos de asfalto, nunca se olvida.