Con las interminables tareas de la primaria que no nos dejaban salir a jugar ¡éramos felices y no lo sabíamos! ¡Ah, la vida adulta! Entre proyectos interminables, presentaciones y trabajos de investigación, muchas veces añoramos esos días en los que la mayor preocupación era escribir bien bonito en la libreta o no romper la maqueta de ciencias naturales o geografía. Sin duda, en la etapa de la primaria, hubo tareas clásicas e icónicas que hasta podrían considerarse patrimonio nacional, ¿No lo crees? Sigue leyendo para comprobarlo y descubrir por qué tenían algo especial.
Recordemos esas tareas que todos hicimos alguna vez y que, en realidad, ¡deberían ser parte del plan de estudios universitario a otro nivel!
Cuando estabas en primaria y te dejaban escribir un diario, probablemente pensabas: “¿Para qué quiero escribir qué desayuné o lo que hice con mis amigos o en mi casa?”. Sin embargo, el hábito de llevar un diario va mucho más allá de describir el sándwich de jamón con quesito.
Imagina que en la universidad, después de tres horas de cálculo y una tarde intensa de leer apuntes, te obligaran a escribir un diario. Escribir puede ser terapéutico, y sería la excusa perfecta para sacar todo ese estrés. Podrías desahogarte, escribir sobre lo mal que fue esa exposición en clase o lo mucho que te complicó ese examen sorpresa.
Beneficios:
Si hay una tarea clásica de la primaria que hizo sufrir a más de uno, fue sin duda la de cuidar un huevo como si fuera un bebé. Seguro recuerdas haberlo envuelto en capas de algodón, haberle dibujado o pegado stickers y ojos locos para formar su carita y hasta ponerle un nombre. Pero, ¿por qué no revivir esta experiencia en la universidad?
Cuidar un huevo en la uni sería un excelente recordatorio de que hay que saber equilibrar responsabilidades. Tal vez no sea un huevo esta vez, pero podríamos usar algo igual de frágil, como tu promedio. O mejor aún, ¡tu salud mental! La universidad es ese lugar donde aprendes a cargar con muchas cosas: materias, trabajos, relaciones, y claro, expectativas. Todo esto mientras intentas mantenerte entero, sin romperte en el proceso (o sin romper el huevo).
Beneficios:
Esta es una de las tareas clásicas que, si bien parecía aburrida en su momento, ahora tiene más sentido que nunca. En la era digital, donde todo gira alrededor de las pantallas y las redes sociales, salir al parque a recolectar hojas de árboles suena casi utópico.
En la universidad, la colección de hojas podría convertirse en una tarea para desconectarte del mundo digital y conectarte con la naturaleza. Además, podrías aprender sobre botánica sin necesidad de estar frente a una presentación de PowerPoint. Podrías pasear por un parque, tomar aire fresco, y admirar la diversidad de especies que hay en tu entorno. Y si te animas a ir más allá, tal vez hasta podrías hacer un herbario bien hecho, con nombres científicos y todo.
Beneficios:
¿Recuerdas lo divertido que era hacer maquetas? Aunque, claro, si fuiste uno de esos que dejaba todo al último momento, tal vez fue más estresante que divertido 😜. Sin embargo, el proceso de crear algo con tus propias manos, usando tijeras, pegamento y mucha imaginación, es una experiencia que debería repetirse en la universidad.
Una maqueta universitaria podría representar cualquier cosa: desde una ciudad utópica hasta el modelo de una molécula. Lo importante aquí no es solo la creación, sino también la paciencia. Sí, esa virtud que tanto nos falta cuando estamos en exámenes finales.
Beneficios:
Por último, pero no menos importante, una actividad que todos hicimos alguna vez en primaria: jugar a la lotería. Aunque no era exactamente una “tarea”, más bien era un juego educativo. Pero si en la universidad nos hicieran jugar a la lotería, no sería solo por diversión, sino para enseñarnos algo muy valioso: saber perder.
La universidad es un campo de batalla donde no siempre se gana. Fallar en un examen o no obtener la beca que tanto querías puede ser frustrante. Jugar a la lotería nos recuerda que, al final, la vida es una mezcla de suerte y estrategia, y que perder no significa que hayas fracasado, sino que siempre puedes levantarte para volver a intentarlo, ya sea para retomar o hasta cambiar de carrera.
En resumen, esas tareas clásicas de primaria tenían más valor del que imaginábamos. Tal vez no tenían la complejidad de un ensayo académico o una exposición, pero nos enseñaban lecciones importantes: cómo gestionar el tiempo, cuidar de algo con responsabilidad, conectar con nuestro entorno y aprender a perder con la cabeza en alto. Al final del día, un poco de nostalgia nunca le hizo daño a nadie, y menos si es para aprender.
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