La elección de un papa es uno de los procesos más solemnes y enigmáticos del mundo. Entre humo blanco, cardenales encerrados “cum clave” (bajo llave) y jornadas que pueden extenderse semanas, pocos imaginan que el cónclave más corto de la historia duró menos que una jornada laboral moderna. En octubre de 1503, Giuliano della Rovere —futuro Julio II— fue elegido pontífice en solo 9 horas, un récord que aún perdura. Pero, ¿cómo logró semejante hazaña en una época de guerras y traiciones?
A continuación, siendo momento de ponernos en el papel de expertos en asuntos de la iglesia, específicamente en sucesiones papales como todo mundo lo hace ahora mismo, desentrañamos la estrategia política detrás de este evento único, el perfil del “papa guerrero” que surgió de él y su contraste con el cónclave más largo (¡34 meses!). Un viaje al Renacimiento, donde el trono de San Pedro se decidía entre espadas y sobornos.
Tras la muerte de Alejandro VI (Rodrigo Borgia) y el efímero Pío III (26 días en el cargo), el Colegio Cardenalicio se reunió de emergencia. Roma era un polvorín: Francia, España y el Sacro Imperio pugnaban por controlar la península, mientras los Borgia dejaban un legado de corrupción. Los cardenales necesitaban un líder fuerte… y rápido.
Della Rovere, cardenal durante 30 años, había aprendido de su derrota frente a los Borgia en 1492. Esta vez, tejió pactos clave:
El cónclave comenzó al anochecer del 31 de octubre. A la mañana siguiente, en la primera votación, della Rovere obtuvo todos los votos menos dos. Sin debates interminables ni humo negro: a las 3 PM, era proclamado Julio II. Hasta su anillo papal lo tenía preparado.
Julio II no desperdició su mandato:
Su elección express no fue casual: demostró que, en política, la preparación vence a la improvisación. Bajo su mando, el papado recuperó poder militar y artístico, aunque su estilo autoritario generó críticas.
Mientras el de 1503 fue un rayo, el cónclave de Viterbo (1268–1271) duró 34 meses. Los cardenales, encerrados y con raciones reducidas, solo decidieron cuando les quitaron el techo del palacio. El elegido, Gregorio X, ni siquiera estaba presente.
El cónclave más corto no fue un accidente, sino un jaque mate político. Julio II usó su astucia para convertir 9 horas en un papado que moldeó Europa. Hoy, su historia recuerda que, a veces, las decisiones más rápidas son las más calculadas.
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