Siempre nos han dicho que el plástico y el agua son una pésima combinación. Pero, ¿y si te decimos que el Instituto Politécnico Nacional (IPN) está revolucionando este concepto? En un acto de pura innovación IPN, un equipo de jóvenes científicos ha creado un tipo de plástico que no solo evita contaminar por siglos, sino que, al disolverse en agua, tiene el poder de purificarla. Este desarrollo pone a la vanguardia científica mexicana en la búsqueda de soluciones reales a la crisis ambiental.
Este proyecto, bautizado como “Puribag”, nace como una respuesta directa a la alarmante contaminación por plásticos de un solo uso. Mientras un envase PET puede tardar hasta 500 años en degradarse, este nuevo material tiene un final muy distinto y útil.
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La investigación está liderada por Cristian Martínez Domínguez y Delia Guadalupe Robles Galeana, estudiantes de Ingeniería en Sistemas Energéticos y Redes Inteligentes en la UPIEM del IPN. Con apenas 18 meses de trabajo, su iniciativa demuestra que la ciencia joven en México tiene ideas transformadoras.
“Es una solución ante la gran cantidad de polímeros tradicionales que se usan una sola vez y terminan tapando alcantarillas o contaminando ecosistemas”, explica Cristian. Su objetivo no es solo crear una alternativa, sino una mejora activa del entorno.
El proceso es tan ingenioso como prometedor. Este plástico biodegradable y hidrosoluble está diseñado con componentes que, al entrar en contacto con el agua, inician su desintegración. Pero aquí viene lo mejor: al mismo tiempo, y activado por la luz solar, el material libera agentes que ayudan a purificar el agua que lo rodea.
El desarrollo de este biomaterial no es un esfuerzo aislado. Para lograr este avance en ciencia aplicada, el equipo del IPN ha colaborado con instituciones de prestigio como la Universidad Autónoma Chapingo, el Cinvestav, el CICATA Unidad Legaria y el Instituto de Biotecnología de la UNAM. Esta sinergia es fundamental para el desarrollo de tecnología ambiental compleja.
Actualmente, el primer prototipo es una bolsa en fase de pruebas de resistencia. Sin embargo, la visión de sus creadores va mucho más allá. “Estimamos poder ofrecer soluciones para distintas industrias, como envases para alimentos o frascos para medicamentos”, comenta Delia Robles.
Este proyecto no es solo un avance tecnológico; es un cambio de paradigma. Nos invita a imaginar un futuro donde los objetos cotidianos no dejen una huella de contaminación, sino un legado de remediación ambiental. La innovación IPN está escribiendo, literalmente, un nuevo capítulo en la historia de los materiales, demostrando que con ingenio y ciencia, hasta los problemas más persistentes pueden tener soluciones brillantes.
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