Una increíble función de nuestro cuerpo, y específicamente de nuestro cerebro, es la capacidad de almacenar información. De hecho, su función principal es la de poder recordar eventos que ayuden a nuestra supervivencia. No obstante, cabe señalar que existen distintos tipos de memoria. Al respecto, William James (1890) fue pionero en formular la distinción entre éstas, pues concluyó que existían la memoria primaria y memoria secundaria.
Más tarde apareció la denominada teoría multialmacén de Richard Atkinson y Richard Shiffrin, que entiende que la información va pasando por diferentes almacenes de memoria a medida que se va procesando. Según la teoría, contamos con tres tipos distintos de memoria: la memoria sensorial, la memoria a corto plazo (MCP) y la memoria a largo plazo (MLP). Las memorias primaria y secundaria de James, harían referencia a la MCP y MLP respectivamente.
La memoria sensorial, que nos llega a través de los sentidos, es una memoria muy breve (dura entre 200 y 300 milisegundos) e inmediatamente desaparece o se transmite a la memoria a corto plazo.
La información mnésica permanece el tiempo necesario para que sea atendida de manera selectiva e identificada para poder procesarla posteriormente. Así pues, su utilidad tiene que ver con el aquí y ahora, todo lo que ocurre en el momento presente y ante lo que se tiene que reaccionar en tiempo real. La información pueden ser de tipo visual (icónica), auditiva (ecoica), olfativa, etc.
Cuando se ha seleccionado y atendido una información en la memoria sensorial, pasa a la memoria a corto plazo, también llamada memoria operativa o memoria de trabajo. Su capacidad es limitada (7+-2 elementos), y realiza dos funciones. Por un lado, mantiene información en la mente no estando dicha información presente. Por otro lado, puede manipular esa información permitiendo intervenir en otros procesos cognitivos superiores, y por tanto, no es un mero “cajón de recuerdos”.
Baddeley y Hitch, en 1974, en vez de llamarla “memoria a corto plazo”, la denominaron memoria de trabajo por su importancia funcional en el procesamiento cognitivo, pues permite el cumplimiento de tareas cognitivas como el razonamiento, la comprensión y la resolución de problemas. Mediante este concepto se abandona la idea de que la memoria a largo plazo depende de la memoria a corto plazo, y este tipo de memoria se fragmenta en cuatro subcomponentes:
La memoria a largo plazo permite almacenar la información de forma duradera, y la podemos clasificar en memoria implícita y explícita.
La memoria implícita (también llamada procedimental) se almacena de manera inconsciente. Está implicada en el aprendizaje de diversas habilidades y se activa de modo automático. Montar en bicicleta o conducir un automóvil, no sería posible sin este tipo de memoria.
La memoria explícita o declarativa, está asociada a la consciencia o, al menos, a la percepción consciente. Incluye el conocimiento objetivo de las personas, los lugares y las cosas y lo que ello significa. Por tanto, se distinguen dos tipos: la memoria semántica y la episódica.
Fuente: psicologiaymente.com
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