La verdad es que no hay nada como pisar el suelo de un sitio que no es el tuyo. Puedes visitar otra ciudad, otro estado u otro país, y hacerlo unos días o un año… no importa. ¡Lo que cuenta es que te atrevas! Aquí te damos algunas razones y ventajas que deja viajar.
En ella vives con gran comodidad, sí, pero no aprendes, no creces, no te desarrollas… te estancas, pues. Y a esta vida vinimos a florecer, cosa que se logra, entre otras cosas, al enfrentar nuevos retos.
Necesitas llevar un orden en tus pasajes, por no hablar del dinero: presupuesto, ahorro, etcétera. Además, para cuando te embarcas, ya debiste haber investigado, comparado, elegido, reservado y comprado… y de alguna manera te las arreglaste para organizar toda esa información. ¡Eso sin contar la maleta!
A veces vas a un sitio en el que, aunque hablen tu misma lengua, usan otra variante (como cuando alguien viaja de México a España, o de Baja California a Guerrero). Entonces, necesitas expresarte con suma claridad para darte a entender; eso quiere decir que hablas con propiedad y adaptas tu lenguaje para comunicarte.
Todo lo anterior lleva a tu intelecto a trabajar de formas diferentes a las habituales, lo cual genera nuevas conexiones y refuerza algunas que no habías usado en mucho tiempo. ¡Sin duda, una de las grandes ventajas de viajar!
Si la travesía te lleva a cruzar la frontera del idioma, puedes practicar tus conocimientos de otra lengua. Ya sea en Yucatán o en el Yukón, lo importante es que antes tomaste algunas clases: es hora de experimentar en vivo y en directo todo lo aprendido. Créeme, no hay mejor manera de aprender un idioma que la inmersión profunda, cuando solo puedes comunicarte en esta lengua nueva. No temas a los tropiezos ni a los errores: verás que la gente estará encantada de ayudarte, pues valorará el hecho de que viajes para aprender su idioma y conocer su cultura.
¡Sí, recuerdos que duran toda la vida! A fin de cuentas, lo que aprendemos y lo que vivimos son cosas que nadie nos puede arrebatar; siempre se quedarán con nosotros. Imagina poder contarle a tu hijo, a tu sobrina o a tus nietos sobre aquella vez que viviste con una familia en una granja o de tu intercambio estudiantil a otro país. Nada se compara con eso, de verdad.
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