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¿Por qué está de moda el término posverdad?

Este término hace referencia a “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamados a la emoción y a la creencia personal”. En 2016 el prestigioso diccionario de Oxford la designó la palabra del año.

El concepto de posverdad se ha convertido en una palabra de moda. “Ha tenido éxito porque, en parte, suena apocalíptico, está dotado de espectacularidad, y, en parte también, porque es un concepto extremadamente moralista y con escasa fundamentación teórica”, apunta Pilar Carrera, autora de un estudio publicado en la Revista Latina de Comunicación Social.

Una investigación de la Universidad Carlos III de Madrid ha analizado el concepto de posverdad como estratagema retórica con una fuerte carga ideológica y conservadora, tanto en lo teórico como en lo social, lo político y lo cultural.

La RAE define el término posverdad como distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

“Este término se utiliza tanto para denominar la supuesta superación de un estado previo en el que, al parecer, la verdad era la norma, como para legitimar determinados procedimientos que tienen más relación con la esfera del poder que con la de la verdad” dice esta investigadora del departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la UC3M.

Si acudimos a la definición que proporciona la RAE sobre posverdad nos damos cuenta de lo poco novedoso del fenómeno: ‘Distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’.

Sin embargo, sí hay algo nuevo. Y lo nuevo es, precisamente, que se pretenda que el fenómeno es reciente. Declarándolo tal se consigue, entre otras cosas, focalizar la atención en fenómenos subsidiarios desde el punto de vista sistémico, como las llamadas fake news, que no cabe duda de que son bastante menos peligrosas y eficaces en términos de manipulación que las que se siguen tomando por verdaderas” indica Carrera.

Brexit y Donald Trump

Cuando se apela a ‘hechos fundacionales’ de la era de la posverdad, se habla del Brexit y de Donald Trump, es decir, se recurre a eventos y personas directamente vinculadas con la esfera del poder político, afirma el estudio.

Se sostiene, por ejemplo, a modo de prueba de la existencia de la posverdad, que la validez de las evidencias clásicas (por ejemplo, grabaciones, fotografías, etc.) ha caído en desuso, y se dice que Donald Trump ya no se sonroja por negar algo que había sido grabado o fotografiado. “En ningún momento se cuestiona el frágil estatuto probatorio de una grabación o de una fotografía, sea analógica o digital” precisa la investigadora.

La noción de posverdad y otras conexas (como las fake news) han florecido a la sombra de internet y la supuesta superabundancia informativa que se le atribuye. Se dice que, en parte, esto se debe a que hablan fuentes no autorizadas, todo el mundo comenta y se crea el caos. El artículo matiza y cuestiona esta atribución de responsabilidades.

“Estamos culpando al usuario cuando éste normalmente es un viralizador y no un generador de contenidos. Quien finalmente acaba consiguiendo viralidad no es el ciudadano de a pie, sino estrategias muy planificadas que requieren de emisores en determinadas instituciones” señala la investigadora.

Esta investigación también reflexiona sobre el papel que asumen los medios de comunicación que realizan fact-checking como una solución para combatir la posverdad. Esta “cruzada contra lo falso” puede ser interpretada también como parte de un simulacro o escenografía mediáticos, según la autora.

La validez de las evidencias clásicas, como grabaciones, fotografías, etc., ha caído en desuso en la era de la posverdad

Cuando se busca el antídoto para la posverdad, a menudo se apela a los hechos, como si estos fueran entidades preexistentes al discurso y a la interpretación.

Hechos discursivos

“La mayor parte de las veces, lo que denominamos hechos son, en realidad, hechos discursivos o fragmentos de mediación. Pensemos de qué se componen, esencialmente, los denominados relatos de no ficción (periodísticos o documentales)”, señala Carrera. “La mentira, en el ámbito mediático, no se refuta con hechos, sino con argumentos y documentos”.

Desde hace décadas, en teoría de la comunicación se dice que las noticias están atravesadas por intereses y que tienen una agenda, un punto de vista y un enfoque.

“Convertir en verdaderas aquellas noticias que no son fakes es peligroso. Ninguna noticia es transparente y todas, empezando por las que se toman por verdaderas, deben ser leídas como productos discursivos, como relatos sujetos siempre a interpretación y atravesados por intereses de diverso signo, no como hechos”, concluye.

Fuente: Revista Latina de Comunicación Social/Servicio de Información y Noticias Científicas

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Juan Ramirez

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