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Mitos sobre salud mental: ¿Por qué no avanzas en terapia?

Ir a terapia es un acto de valentía. Es como empezar a entrenar para una maratón mental, con la esperanza de cruzar una meta de bienestar. Pero, ¿qué pasa si sientes que estás corriendo en círculos? A veces, el problema no es tu esfuerzo, sino el equipamiento mental que llevas. Nos referimos a esos mitos sobre salud mental que, como piedras en los zapatos, frenan tu progreso en terapia sin que te des cuenta.

Estas creencias, que a menudo se viralizan en redes sociales, pueden convertir la terapia en un callejón sin salida. Vamos a desglosar los más comunes y a explicar cómo impactan en tu bienestar emocional.

1. La terapia no es una varita mágica para los “problemas de la vida”

Es el primero de los grandes mitos sobre salud mental: creer que la psicoterapia puede eliminar cualquier dificultad. La terapia es increíblemente efectiva para tratar condiciones como la depresión o la ansiedad, pero no está diseñada para convertirte en una persona perfecta o para evitar que la vida tenga altibajos.

El objetivo no es crear una burbuja de felicidad perpetua, sino dotarte de herramientas para navegar por la realidad. Pensar que la terapia lo cura “todo” puede llevarte a la frustración cuando te enfrentes a un conflicto laboral o una ruptura amorosa, que son problemas de la vida normales, no siempre patologías. Entender este límite te convierte en un usuario más inteligente de los servicios terapéuticos para jóvenes y te ayuda a enfocar tus sesiones en lo que realmente importa.

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2. Tu diagnóstico es una brújula, no tu destino

En la era de la conciencia mental, es tentador agarrar una etiqueta diagnóstica y usarla como pieza central de tu identidad: “soy ansioso”, “soy TDAH”. Si bien entender un diagnóstico como identidad puede dar una sensación inicial de alivio y comunidad, el verdadero trabajo en terapia no termina ahí.

El riesgo es quedarte estancado en terapia, creyendo que la autoconciencia es sinónimo de curación. La magia no está en analizar eternamente “qué” eres, sino en usar esa información para la acción. Se trata de transformar tu estilo de apego, optimizar tu rutina o aprender a manejar emociones abrumadoras. La autonomía emocional llega cuando pasas de la etiqueta a la agencia personal.

3. Los terapeutas no son robots neutrales

Este es uno de los mitos sobre salud mental más sutiles. A los terapeutas se les enseña a no juzgar, pero no juzgar no significa carecer de valores. Cada profesional lleva su propia mochila de experiencias e ideologías a la consulta. Un terapeuta con valores consciente de sus sesgos es un gran aliado, ya que puede usar su humanidad para conectar y guiarte.

El problema surge cuando un terapeuta permite que su visión del mundo invada tu proceso, empujándote hacia decisiones que reflejan más sus creencias que tus necesidades. Reconocer que tu terapeuta tiene valores te empodera para buscar un profesional con el que realmente conectes y cuyo enfoque respete tu individualidad.

4. No todo lo difícil es “trauma”

La palabra “trauma” se ha popularizado tanto que corre el riesgo de perder su significado clínico. No todo evento doloroso, como una decepción amorosa o un fracaso laboral, es necesariamente traumático.

Confundir el dolor con el trauma y salud mental puede hacer que te enfoques en buscar una “cura” para algo que, en realidad, es una herida que puede sanar con tiempo, apoyo y resiliencia. Insistir en que toda adversidad es trauma puede, sin quererlo, minar tu sensación de fortaleza y crear una dependencia innecesaria de la intervención clínica. Comprender la diferencia es crucial para progresar en terapia y en la vida.

5. El lenguaje terapéutico: un arma de doble filo

Aprender el lenguaje terapéutico es como aprender un nuevo idioma. Al principio, poner nombre a tus emociones y dinámicas (límites, gaslighting, regulación) puede ser liberador. Sin embargo, este mismo vocabulario puede convertirse en un escudo. Frases como “estoy desregulado” pueden usarse para evitar conversaciones incómodas, o “eso es gaslighting” para invalidar una simple discrepancia.

Este psico-babble o psicocharla puede ser una forma elegante de camuflar mecanismos de defensa. La verdadera curación no reside en etiquetar perfectamente cada interacción, sino en usar ese conocimiento para tener conversaciones honestas, manejar conflictos y construir relaciones más auténticas. Si el lenguaje no se traduce en acción, se convierte en otra barrera para tu crecimiento personal.

Brenda Castillo

Hispanista. Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM, y especializada en temas de lingüística y docencia desde hace 7 años. Colaboradora de publicaciones para Guía de Preparatorias, Guía Universitaria y Guía de Posgrados.

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