Pasa el verano, llegan las clases, el otoño asoma… y con él, septiembre. Pero, ¿te has parado a pensar de dónde viene ese nombre? Suena a “siete”, pero es el noveno mes. Algo no cuadra. La clave está en un “error” histórico que se arrastra desde hace milenios. La explicación detrás del origen del nombre del mes de septiembre es una de esas curiosidades que conectan directamente con la Antigua Roma y nos recuerdan que lo que damos por sentado, como el calendario, es el resultado de reformas, poderosos y un poco de lío numérico. ¿Preparado para resolver el misterio?
Todo se remonta al primer calendario romano, atribuido a Rómulo, el fundador de Roma. Este sistema era mucho más simple… y más corto. El año comenzaba en marzo (con la primavera, estación de renacimiento) y terminaba en diciembre. En total, solo 10 meses y 304 días. Los meses de enero y febrero directamente no existían.
En este sistema primitivo, la numeración era clara y literal:
Ahí está la primera pista. Septiembre era, efectivamente, el séptimo mes.
El desfase de este calendario con las estaciones era evidente. Fue el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, quien alrededor del 713 a. C. decidió añadir dos meses nuevos al final del año para alinearlo mejor con el ciclo lunar y las estaciones:
Aunque ahora había 12 meses, el año seguía empezando en marzo. Así, septiembre seguía siendo el séptimo mes, octubre el octavo, y así sucesivamente.
La gran revolución llegó en el 46 a. C. de la mano de Julio César. Asesorado por astrónomos, se dio cuenta de que el calendario estaba completamente desajustado. Su reforma, el calendario juliano, fue drástica:
Con este cambio, marzo se convirtió en el tercer mes. Y aquí viene el “problemilla”: los nombres de los meses numéricos no se cambiaron. Así, September (séptimo) pasó a ser el noveno, October (octavo) el décimo, y así con los demás. ¡Una reliquia lingüística congelada en el tiempo!
La historia del origen del nombre del mes de septiembre es un testigo de la evolución cultural. Aunque su posición cambió, su nombre se mantuvo como un fósil lingüístico, un recordatorio de un sistema antiguo. Posteriormente, los meses quintilis y sextilis fueron rebautizados como julio (por Julio César) y agosto (por el emperador Augusto), pero los nombres numéricos de los meses siguientes resistieron todos los intentos de cambio, incluida la posterior reforma gregoriana de 1582.mes.
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