Todas las actividades que realizamos, repercuten en nuestro cuerpo, al igual que los hábitos con que contamos. Ahora bien, tratándose del cerebro humano, esta verdad resulta aún más evidente.
Como sabemos, dormir adecuadamente, comer alimentos saludables y evitar el alcohol o el tabaco son benéficos para para el organismo en general. Sin embargo, existen algunos hábitos que, aunque parecen benéficos, pueden comprometer específicamente al cerebro y sus funciones.
Aunque parezca un hábito completamente inocuo, pasar la mayor parte del día sin exponerse directamente a la luz del sol es perjudicial para el funcionamiento del cerebro.
En algunos de los países y ciudades más cercanas a los polos, es común que durante el invierno un porcentaje de la población experimente trastorno afectivo emocional (TAE). También se le conoce como depresión de invierno, debido a la ausencia de luz solar.
En su versión más grave, se trata de una enfermedad incapacitante que afecta el sueño, el apetito y la interacción social. De ahí que sea necesario exponerse al sol al menos un par de horas al día y evitar la oscuridad durante la mañana y las tardes.
Si hay un alimento alto en proteínas que resulta barato, accesible y práctico para comer en cualquier sitio, ese es el atún. Sin embargo, a pesar de todas las propiedades positivas y la alta disponibilidad de grasas saludables que contiene, comer atún de lata muy frecuentemente puede resultar perjudicial para el cerebro a largo plazo.
Esto debido a que el consumo de atún y otros pescados contaminados es la principal vía de exposición humana al mercurio, un elemento químico que si se concentra en el organismo perjudica la memoria, limita las funciones cognitivas y puede provocar daños en el sistema nervioso del bebé si es consumido a diario por una mujer embarazada.
Aún cuando se trate de un resfriado común u otra enfermedad leve, trabajar y tratar de mantener la concentración o rendir como cuando estás sano no sólo será imposible, también provocará un círculo vicioso, en lo que se refiere a los hábitos para tu cerebro.
Existe evidencia científica de que mientras la enfermedad interfiere con los neurotransmisores y te hace más lento para reaccionar, pensar y ejecutar la memoria de trabajo, el estrés causado por esto disminuye tu respuesta inmune.
Para mantener una buena salud mental es necesario aprender a valorar los momentos que pasas a solas, así como tomar el tiempo en soledad para reflexionar y ejercer juicios, planificar y otras funciones complejas.
No obstante, mantener un estado permanente de soledad la mayor parte del tiempo puede cambiar las estructuras cerebrales y provocar enfermedades mentales como la depresión o el trastorno de estrés postraumático. Además, existe evidencia creciente que relaciona el aislamiento social con la propensión a sufrir Alzheimer, el tipo de demencia más común.
Fuente: Muy Interesante
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