La bandera LGBT+ es reconocida en todo el mundo como un emblema de diversidad, inclusión y lucha por los derechos humanos. Pero, ¿cómo surgió este ícono? Detrás de sus vibrantes colores hay una historia de activismo, creatividad y resistencia. Creada en 1978 por el artista Gilbert Baker, la bandera no siempre tuvo seis franjas: su diseño original incluía ocho tonos, cada uno con un profundo significado. Hoy, ondea en marchas, edificios públicos y corazones, recordando que el amor y la igualdad no conocen barreras.
Todo comenzó en San Francisco, epicentro del movimiento LGBT+ en los años 70. El activista y político Harvey Milk —el primer hombre abiertamente gay elegido para un cargo público en California— encargó a Gilbert Baker diseñar un símbolo que representara a la comunidad. Baker, un veterano de guerra y artista, buscaba algo que reemplazara el triángulo rosa, asociado a la persecución nazi, por una imagen positiva y esperanzadora.
El 25 de junio de 1978, la primera bandera de ocho colores ondeó en el Día de la Libertad Gay, marcando un hito en la historia del activismo.
La versión inicial de la bandera LGBT+ incluía:
Sin embargo, problemas de fabricación llevaron a eliminar el rosa y el turquesa, consolidándose la versión de seis franjas que hoy conocemos.
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Baker se inspiró en la diversidad de la naturaleza. “Quería algo que mostrara que nuestra sexualidad es un derecho humano“, explicó. El arcoíris, además, ya tenía antecedentes históricos: desde propuestas de barcos neutrales en el siglo XVIII hasta movimientos pacifistas.
Para 1990, la bandera ya era un emblema universal, adoptado en marchas desde Nueva York hasta Berlín. Tras tragedias como el ataque a Pulse en Orlando (2016), ondeó en la Torre Eiffel y en el Empire State, demostrando solidaridad.
Aunque es un símbolo de liberación, no ha estado exento de polémica. En países como Jamaica, donde la homosexualidad es penalizada, su exhibición ha generado rechazo. Pese a ello, su mensaje perdura, e incluso ha inspirado variantes como la bandera trans o la de personas racializadas.
La bandera LGBT+ trasciende su diseño: es la materialización de una lucha colectiva. Desde las calles de San Francisco hasta los rincones más conservadores del mundo, sus colores siguen recordando que el orgullo es resistencia.
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