Cuando tenemos que hablar con un profesor es normal que nos dé miedo meter la pata, pero siguiendo estos consejos todo saldrá bien.
Siempre que nos vayamos a dirigir a un profesor, independientemente de quién sea y de lo que queramos decirle, debemos ser educados.
No estamos en un bar, sino en una universidad y demostrar que sabemos hablar adecuadamente con el profesorado es esencial para causar una buena impresión y también para tener con ellos una buena relación.
Quién sabe, quizá en un futuro, cuando ya tengamos el título, nos puedan ayudar a conseguir nuestro primer empleo. Mejor no cerrarse puertas.
Es importante que sigamos el protocolo que ellos marcan (porque son jerárquicamente superiores) desde el principio. Si el profesor nos llama de usted, debemos mantener ese tratamiento todo el tiempo, salvo que él o ella nos pidan lo contrario.
Si el profesor nos tutea, lo correcto sería que lo tratáramos igualmente de usted o que preguntásemos abiertamente si podemos tutearlo.
Ya habrá tiempo de adquirir una mayor confianza, pero mostrar respeto desde el principio nos garantizará no cometer una equivocación.
Por supuesto hay excepciones, pero cuanto mayor sea el docente más debemos cuidar las formas. Los profesores más veteranos tienen una educación más rígida en cuanto a formas y protocolo y, además, mostrar respeto por las personas mayores demuestra que tenemos una buena educación, lo que siempre es un punto a nuestro favor.
Al igual que la edad, también es importante el puesto que el docente ocupe dentro de la universidad. Si resulta que la decana nos da clase, aunque sea muy joven, debemos guardar las formas.
Por muy cercano que sea un profesor, no es nuestro colega. Debemos entender que, mientras seamos sus alumnos, lo ético es que haya una cierta distancia. Además, tampoco son nuestros enemigos (aunque a veces lo parezcan).
Por eso, si tenemos algún problema con ellos es importantísimo que no perdamos las formas y que podamos expresar con corrección todo aquello que queramos decir.
Normalmente, la parte más difícil del trato con los profesores es cuando hay que plantear una queja. Solemos callarnos y aguantar, pero eso tampoco es bueno y puede generarnos bastante frustración.
Decir aquello que nos parece mal también es una práctica importante para nuestra educación, pero siempre debemos hacerlo desde el más absoluto respeto, siendo asertivos y sabiendo que el profesor tiene la última palabra (salvo que se esté excediendo en su libertad de cátedra).
Los docentes universitarios trabajan mucho. En realidad, impartir clases no es más que la punta del iceberg. Son trabajadores mal pagados y sometidos a grandes dosis de estrés.
Tienen labores burocráticas y administrativas, reuniones, tutorías, planificación y preparación de las clases, investigaciones paralelas dentro de sus departamentos, obligación de publicar artículos académicos y los resultados de sus estudios, conferencias que dar y a las que asistir, congresos, etc.
Cualquier cosa que queramos decirles les robará tiempo y tienen cientos de alumnos, así que trata de ser muy concreto y breve cuando te dirijas a ellos. No te pongas a debatir ni a divagar. Te lo agradecerán.
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